• Español
  • Catalán
  • Quiénes somos
    • Nuestra historia
    • Organización
    • Transparencia
  • Qué hacemos
    • Áreas de actuación
    • Países de intervención
    • Campañas
    • Sensibilización
  • Saber más
    • Blog
    • Boletín electrónico
    • Revista anual
    • Prensa
  • Colabora
    • Empresas solidarias
    • Hazte socio o socia
    • Voluntariado
    • Lo conseguido con tu ayuda
  • Dona

Sabana Yegua: atmósfera mágica y solidaria

16 julio, 2018 por Esteve Redolad en Blog, República Dominicana
Sabana Yegua: atmósfera mágica y solidaria

Sabana Yegua o la parábola de las despreciadas bondades del tiempo presente.

Sabana Yegua (un municipio de la provincia de Azua, al suroeste de República Dominicana) tiene 10.000 habitantes y cuenta con 4 policías. Es decir, un policía por cada 2.500 habitantes. No dejemos escapar el dato estadístico: si siguiéramos la proporción de policías que hay en España (unos 500 policías por 100 mil habitantes), el pueblo tendría 50 agentes del orden.

Sin embargo, a pesar de la poca presencia policial, en la inmensa mayoría de sus calles, y en casi todos los hogares del pueblo, se vive una vida pacífica y tranquila. Por supuesto que hay robos, drogas y delitos a la propiedad y a la persona, pero se nos antoja que el servicio de 50 policías aquí sería algo excesivo.

Sí, es cierto, el pueblo puede llegar a ser ruidoso como en las noches de fin de semana, o en el lógico alboroto terminadas las clases en las escuelas. A veces por el estruendo “infernal” de algún motor de cilindrada baja, sin silenciador, de algún joven con ganas de llamar la atención. Y es cierto también que Sabana Yegua convive con la necesidad y la penuria, con la lucha y el desespero, pero también lo acompañan la solidaridad y el cariño, la sencillez y la humildad y una atmósfera mágica de insospechada tranquilidad.

La hora dulce que mejor refleja esta tranquilidad es el atardecer, cuando el sol alarga las sombras hasta el infinito, como un telón que descubre el nuevo escenario donde sucede la vida: la calle. Las sillas de plástico, desgastadas por su uso intenso, se congregan en grupos multicolores: en esa esquina un grupo de hombres que debaten acaloradamente el último requiebro de un juego complejo, pero siempre apasionado, de alianzas y traiciones políticas; debajo de ese mango la familia interesada por las peripecias de un pariente; en el patio de más atrás las vecinas debaten indignadas sobre la noticia morbosa que copa los titulares del día; en el otro portal un anciano se entretiene viendo jugar a los niños. En otro rincón dos jóvenes enamorados que ríen cómplices por cualquier tontería y la señora, que escoba en mano, está atenta para dar buena cuenta de la siguiente hoja que cae perezosa hasta el asfalto; en la misma acera, cuatro apasionados del dominó disfrutan de tácticas, del estruendo de las fichas pegando al tablero y de la buena compañía. Saliendo por el portal un hombre recién bañado sin secar y con la toalla en la cintura goza de ese instante en que casi podría jurar que siente algo de frío. Un grupo de jóvenes debajo de una sombra, aún con ánimo, apuran las últimas horas de luz para finalizar los deberes de la escuela. Yo creo que si la naturaleza decidiera hacer silencio, y todos los motores, desde vehículos a ventiladores y neveras enmudecieran, desde la loma se oiría un susurro ininteligible de las mil palabras que en Sabana Yegua reverberan al atardecer, y suben al cielo como las luces de una gran ciudad reflejándose en el cielo de la noche.

Y estos atardeceres con el paso de los años, se viven más sosegados, más tranquilos, más serenos, porque ellos han sido testigos de las mejoras que ha sufrido el pueblo. Calles asfaltadas, un mercadito de verduras y un supermercado, electricidad casi 20 horas al día, una clínica pública rural, infinidad de colmados, un parque infantil con wifi gratuito incluido, programa de reciclaje de plásticos, un centro comunitario, una biblioteca parroquial, antenas parabólicas para no perderse las noticias ni la última telenovela, que apiña a anfitriones y vecinos alrededor de la pequeña pantalla; tiendas de teléfonos celulares, letrinas en ya la mayoría de casas, nuevas escuelas de primaria y de secundaria, y lo último, una pastelería con tiramisús de nivel y una pescadería con colorado, camarones y pulpos.

Cualquiera que haya vivido aquí diez años, o cualquiera que haya visitado este lugar en este intervalo de tiempo, puede fácilmente constatar que Sabana Yegua es ahora un lugar mejor para vivir.

Y esto no es ninguna proclama política, antes al contrario, ya que es bien sabido que a menudo los intereses y trifulcas políticas a nivel nacional e internacional representan uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. Pero Sabana Yegua es una prueba más de que el desarrollo, por bien que desigual y asimétrico, es un fenómeno generalizado y real, propio de la especie humana. A pesar de esta evidencia a menudo nos invade un cierto pesimismo, y solemos caer en la trampa de pensar que hoy en día las cosas van especialmente mal, es más, que cada vez las cosas están peor. Nada parece ser tan bueno como antes. Hay una cierta fascinación por las calamidades y las desgracias que, aumentadas, tergiversadas y divulgadas hasta la saturación, hacen que palabras como “desarrollo”, “prosperidad” y “bienestar” ya no parezcan objetivos alcanzables y por los cuales luchar, sino meros nombres sospechosos de haberse convertido en herramientas maléficas en contubernio con la sociedad de consumo, el materialismo y el enriquecimiento de unos pocos. Son muchos los peligros de la sociedad actual, pero no por ello, hacen que sea más perniciosa que la sociedad donde vivimos de jóvenes, o la de nuestros abuelos.

En según qué latitudes, a partir de los años setenta y ochenta decir “cualquier tiempo pasado fue mejor” era considerado por muchos como un lema que escondía un espíritu retrógrado, conformista y conservador. Pero en una transición generacional curiosa e irónica, los que ahora revolotean por los cincuenta de edad, critican a las generaciones más jóvenes, y se jactan de que ellos recibieron una mejor educación, que jugaban en la calle, que sus papás y mamás les dejaban ensuciarse en el barro, y que sus mamás los llamaban a cenar desde el balcón de la calle y no por un mensaje de whatsapp (como si por alguna misteriosa razón lo primero fuera mejor que lo segundo). Ellos, dicen, eran jóvenes que respetaban a sus mayores e iban de excursión cuidando la naturaleza y jugaban a las canicas y a saltar la cuerda. Ahora, dicen ellos aún, los jóvenes están embotados con la tecnología, ensimismados y encerrados en sus habitaciones; son insolidarios, ambiciosos y van a tener problemas de artrosis en el pulgar por darle tanto a los mensajes.

Así las cosas, a base de quejarnos de forma pertinaz sobre el presente, idealizamos sesgada y falsamente el pasado. Este ataque al tiempo presente no suele ser fruto de una genuina preocupación por las generaciones venideras sino más bien por el miedo a lo desconocido e incluso por una cierta envidia ligeramente malsana que no quiere reconocer que otros vayan a vivir en un mundo mejor. Para estos profetas de la fatalidad, idealizar el pasado y degradar el presente y el futuro, hace más llevadero enfrentarse a lo desconocido y más soportable el inescapable ejercicio de envejecer.

Una negatividad inquebrantable, alimentada por la persistente magnificación del “mal” por parte de los medios de comunicación, podría hacernos creer que vivimos en una etapa particularmente nefasta de la historia. Pero no nos dejemos engañar, Sabana Yegua no es solo mejor ahora que hace 10 años, sino que en 10 años será mejor que ahora: seguro que dispondrá de  luz las 24 horas, contará  con  su hospital y todos los hogares gozarán del acceso a agua corriente. A buen seguro habrá un programa de desarrollo turístico sostenible para gozar de lo que ya hay: unos paisajes fabulosos, un clima envidiable y playas paradisíacas. Habrán disminuido los accidentes de tránsito y la mayoría de casas estarán ya hechas a prueba de huracanes.

Habrá que trabajar duro para que todo eso suceda, el desarrollo no acontece por generación espontánea, pero sucederá, porque el ser humano desde que se irguió sobre sus cuartos traseros empezó a utilizar las manos para trabajar con el objetivo de vivir mejor.

Seguirá habiendo pobres, aunque muy posiblemente vivirán un poco mejor de cómo viven muchos pobres hoy; habrá crímenes y delincuentes, pero  también un sistema penitencial dirigido más a la reinserción que al castigo y a la venganza. Y por desgracia seguirá habiendo injusticias, corrupción y violencia, pero a bien seguro que se habrán encontrado formas más eficaces y seguras de combatirlas y denunciarlas.

Sabana Yegua será un pueblo mejor, y de ello serán testigos otros atardeceres, otras generaciones, otros susurros que sabrán que hay mucho por hacer, mucho por cambiar, mucho por lo que luchar para que de nuevo, una vez más, nos inunde el optimismo de que el futuro será, efectivamente, mejor.

 

Recuperamos este artículo sobre la vida en Sabana Yegua, firmado por Esteban Redolad, y que publicamos en el número 37 de nuestra revista anual.

 

 

Sabana Yegua

Artículo de: Esteve Redolad

Desde República Dominicana. Convencido de que la educación es la clave para cambiar la realidad. Muy activo en involucrar a las autoridades locales para mejorar la realidad de los habitantes de Sabana Yegua.

Tweet
Compartir
Pin it
Historia AnteriorCarta de un niño transexual Siguiente Historia Microcréditos, mujeres y amistad
También te pueden gustar estas entradas
Día de la Mujer 2021: la historia de YohairaEl abrazo de Nancy en tiempos de Covid-19

Escriben en este blog

  • Ángels Fornaguera
  • Aniceto Arroyo
  • Beatriz Mendoza
  • Dolors Puértolas
  • Esteve Redolad
  • Gemma Regales
  • Josefina García
  • Juan Manuel Camacho
  • Maria Jose Morales
  • Martí Colom
  • Mónica Redolad
  • Montserrat Madrid
  • Pablo Cirujeda
  • Silvia Garriga

APÚNTATE AL BOLETÍN



    Trataremos tus datos personales para el envío de información sobre nuestros proyectos, campañas, eventos, noticias y otras actividades relacionadas con los fines de la Asociación Nuevos Caminos – Nous Camins. En la política de privacidad se indica cómo puedes ejercer tus derechos.

    Países

    • Actualidad
    • Blog
    • Bolivia
    • Campañas
    • Cochabamba (Bolivia)
    • Colombia
    • Conferencias
    • Educación
    • España
    • Etiopía
    • Eventos
    • Medioambiente
    • México
    • Noticias
    • Proyectos
    • República Dominicana
    • Rep��blica Dominicana
    • Salud
    • Saneamiento
    • Sensibilización

    Temas

    Agua Azua Becas Campañas Cochabamba Desarrollo Desarrollo agropecuario Educación Empoderamiento Eventos Infancia Jardines de San Juan Ajusco Medioambiente Meki Memoria Mujer Niños de la calle Noticias Nutrición Pobreza Proyectos Reforestación Reinserción familiar Revista Sabana Yegua Salud Saneamiento Sensibilización Totora Pampa Transparencia

    ARCHIVO

    Conócenos

    • Transparencia
    • Nuestro equipo
    • Contacto
    • Bolivia desde los cimientos
    • 35 Aniversario

    Actúa

    • 8M Día de la Mujer
    • Becas estudiantes
    • Campañas
    • Legado Solidario
    • DONA AHORA
    • Voluntariado

    Contacto

    Madrid
    c/Jorge Juan 65, 3º
    28009 · Madrid

    info@nuevoscaminos.org
    Tel. 915 776 897

    Barcelona
    c/ Sant Nicolau, 9
    08014 · Barcelona

    info@nouscamins.org
    Tel. 932 310 712

    Síguenos

    Nos avalan

    [:es]Certificado de transparencia y Buen Gobierno emitido por la Coordinadora de ONGD de España[:]
    Registro Nacional de Asociaciones del Ministerio del Interior número 44.785
    Aviso Legal | Política de Privacidad | Política de Cookies | Canal de denuncias | Hecho con ♥ por SocialCo