La realidad de un niño transexual que acabó en la calle rechazado por su familia.
Es una historia de superación que todos los años nos motiva a seguir defendiendo los derechos de los niños de la calle.
A la Casa San José (Cochabamba, Bolivia) nos llegan niños y adolescentes que han encontrado en la calle su espacio y lugar de vida. Cada día del año el equipo multidisciplinario de trabajo (educadoras, psicóloga y trabajadoras sociales), sin importar festivos, unen fuerzas y empeño para lograr que estos niños regresen con su familia de origen o extensa[1]. En la mayoría de los casos lo conseguimos, aunque siempre tenemos un pequeño porcentaje de menores cuyas familias no cumplen las condiciones para la reinserción del niño. En estos casos los derivamos a instituciones donde se formar y viven hasta alcanzar la mayoría de edad.
Por la Casa San José pasan muchos niños con problemas de conducta y adaptación, pero de vez en cuando nos hemos encontrado con algunas «perlas», como es el caso de Juan Daniel, quien desde hace tres años cada 7 de septiembre llama a la puerta de Casa San José para saludar y agradecer todo lo que recibió durante el tiempo que estuvo aquí.
Juan Daniel recuerda muy bien esa fecha. Ese 7 de septiembre cruzó una puerta desconocida, pero a las pocas semanas se sintió aceptado, querido y comprendido, muy lejos de lo que había vivido a sus doce años de edad. Siendo el pequeño y único varón de cinco hijos, su padrastro y su madre lo echaron de casa porque era un poco afeminado y le gustaba vestirse con la ropa de sus hermanas. Su familia nunca lo toleró ni aceptó.
Juan Daniel es uno de esos pocos casos en los que no pudimos lograr la reinserción familiar y desde los catorce años vive en otro centro donde le enseñan un oficio para poder independizarse y valerse por sí mismo.
El pasado 7 de septiembre, como era de esperar, llegó nuestra «perla» para jugar con los chicos que actualmente están en Casa San José, y para nuestra sorpresa, nos dejó la siguiente nota para que la compartiéramos con todo el equipo de trabajo:
«Hola estoy aquí de nuevo. Hoy he querido regresar a ver a las personas que me apoyaron mucho cuando estuve aquí. Me siento feliz de volver a Casa San José, estoy feliz.
Yo vivía en la calle solo, ya que mi mamá formo su otra familia y no me quisieron. Soy un poco especial y diferente.
Un día como hoy hace tres años llegué a Casa San José. No conocía a nadie, pero todos me recibieron bien: los chicos, las educadoras…… eran todos amables y cariñosos. Al inicio me sentí un poco triste, no era lo mismo, después me acostumbré.
Aprendí y me enseñaron muchas cosas: dibujar, tocar instrumentos musicales, plantar y cuidar mis plantas, cocinar, a conocerme y aceptarme… con el tiempo me gané la confianza de las educadoras, de Montse y conocí lugares y a personas que nunca hubiera pensado conocer.
Ahora estoy en otro hogar donde trabajo de cocinero y tengo una pequeña responsabilidad. Pero no es lo mismo, el cariño que encontré y me dieron en Casa San José no lo he vuelto a tener.
Cada año por esta fecha vengo un rato a jugar con los chicos, no los conozco ni me conocen, pero me aceptan como soy, no me rechazan y me reciben con las puertas abiertas. Me hacen sentir alegre y recordar momentos del tiempo que estuve aquí, como ellos. Me trae muchos recuerdos cuando yo era niño, por eso sigo viniendo.»
Nos emocionamos al releer sus palabras y queremos compartir con todos los que nos seguís y colaboráis con este proyecto las palabras de Juan Daniel, que también están dirigidas a todos vosotros.
Este artículo ha sido publicado previamente en el número 37 de nuestra revista. Con motivo de la celebración del Día del Orgullo en Madrid, cuyo lema este año fue «Conquistando la igualdad, TRANSformando la sociedad» recuperamos la historia de Juan Daniel, que un 7 de septiembre llamó a la puerta de Casa San José.
[1] Llamamos familia extensa a miembros de la familia en 1er, 2º o 3er grado que reúnen las condiciones de ocuparse de la educación y desarrollo de un niño.