El sistema de microcréditos para mujeres supone que muchas de ellas tengan acceso al ahorro por primera vez.
Este artículo describe el programa de microcréditos para las mujeres de Meki y fue publicado originalmente en el número 37 de nuestra revista y cuyo título original es: Ahorros, microcréditos y amistad.
Todo empezó con una llamada de teléfono. Querías trabajar con mujeres ¿verdad? Pues ven a mi oficina que estoy reunido con tres. Fue entonces cuando conocí a Adanu, Aster y Genet.
Casi sin quererlo me encontré en el despacho del obispo Abraham Desta, en una reunión en la que no entendía casi nada, pero donde me impresionaron las miradas de las tres mujeres. Tenían un brillo especial en los ojos. Me explicaban sus sueños y sonreían contentas imaginando que podían hacerse realidad, se emocionaban pensando cómo podían cambiar sus vidas. Y resulta que yo tenía un papel importante en ese plan. ¡Menuda responsabilidad!
No nos gusta crear dependencias y acostumbrar a la gente a pedir sin más. Preferimos ofrecer oportunidades, y trabajar con la gente para generarlas. Creemos en las personas, y confiamos en ellas. Cuando nos escuchamos, nos coordinamos, nos esforzamos y confiamos en la Providencia, las cosas acaban saliendo. No siempre como las esperábamos, pero salen. Adanu, Aster y Genet querían 3 vacas para alimentar a sus familias, ofrecimos oportunidades, y con ellas creamos 20 grupos de ahorros. Ahora son 600 mujeres, 30 por grupo.
Los grupos de ahorros ya existían en el Vicariato de Meki y de ellos aprendimos su funcionamiento. Concretamente de Girma, que coordinaba varios de estos grupos. En la primera reunión fue muy claro: “para empezar un grupo necesitáis ser un grupo de 30 mujeres como mínimo”, a la primera convocatoria llegaron 90. Era octubre de 2015.
Recuerdo también mi primer encuentro con Girma. Me explicó que las mujeres de las zonas rurales son las que más necesitan estos grupos de ahorro. En estas zonas la mayor parte de la población es católica, a pesar de que las familias sean polígamas. Ya imagino la cara de sorpresa que puse cuando Girma me lo contó. Me explicó que: “por encima de todo son oromo, y los oromo son polígamos” Aprendí que según la tradición oromo, cuando una mujer se queda viuda debe casarse con el hermano mayor del marido que será responsable de cuidarla a ella y a sus hijos, junto a la mujer que ya tiene.
Así fue como empezamos los grupos de ahorro. Primero en Meki, luego vendrían los otros grupos en las zonas rurales. Cada grupo es como un banco “familiar”, cuyo éxito depende de la estima y confianza que las mujeres tienen entre ellas, de su solidaridad y responsabilidad. Antes de cada reunión se reza y luego se ofrecen unas a otras la paz. Entonces inician la reunión formal y ponen su dinero en común, lo administran, se lo prestan para iniciar pequeños negocios, devuelven los préstamos con intereses, al final del año se reparten las ganancias entre todas y vuelven a empezar un nuevo grupo.
Los grupos de ahorro no son un objetivo en sí mismo, son parte del camino a recorrer para ir transformando sus vidas y las de sus comunidades.
El bajo nivel adquisitivo de muchas mujeres en Meki hace que cuando tienen dinero lo utilicen para cubrir las necesidades familiares inmediatas. Nunca disponen de ahorros para hacer frente a las emergencias que se presentan, ni pueden permitirse emprender pequeñas iniciativas productivas. Simplemente viven al día, su gran preocupación es cómo poder alimentar a los suyos día a día.
Ahora los grupos de ahorro se reúnen cada dos semanas. Cada mujer aporta la cantidad de dinero que haya decidido para crear su ahorro. El mínimo quincenal a aportar es de 10 Birr (0,3 €), el máximo de 50 Birr (1,8 €). El elemento imprescindible para el grupo es una gran caja de caudales de 40 x 30 cm, que se cierra con tres candados. Dentro de la caja está la libreta donde registran los movimientos, la calculadora, la regla, el bolígrafo y el dinero. Cada grupo elige un comité compuesto por ocho mujeres: presidenta, secretaria (la que sabe escribir), dos contables (se encargan de contar el dinero de la caja al principio y al final de cada reunión), tres responsables de las llaves de los tres candados (cada una guarda una llave, sólo se puede abrir la caja cuando estén las tres presentes), y una cajera (que guarda la caja de ahorros).
Los préstamos del fondo de ahorros podrán ser utilizados para dos propósitos:
1) Fondo social: para emergencias familiares, necesidades médicas, accidentes, gastos escolares de los hijos, funerales, etc. Este dinero se devolverá al fondo sin pagar intereses.
2) Préstamos para pequeños negocios: compra de animales, iniciar ventas en el mercado, abrir una pequeña tienda, etc. Este dinero se devolverá al fondo de ahorros pagando un interés del 10%.
Pero más allá de lo que puedan ahorrar, los préstamos que puedan solicitar y los negocios que puedan empezar, los grupos de ahorro son un lugar de encuentro, donde ponen en común su dinero y también comparten novedades y problemas, se aconsejan las unas a las otras, tienen una mañana para estar juntas, para tomar café, para mostrar su solidaridad y preocupación por mejorar su comunidad. Todo se habla una y otra vez, se valoran los diferentes puntos de vista, en especial el de las más ancianas, las que más experiencia tienen.
Para trabajar con estos grupos de mujeres y ser aceptada por ellas hubo un largo proceso de integración. Lo primero fue dedicar mucho tiempo a estar con ellas, transmitirles que de verdad te importan y hacerte digno de su confianza y su respeto.
Uno de mis momentos preferidos es cuando comemos juntas de un plato enorme de enjera con gran cantidad de salsas de todos los colores, todas picantes. Esa es mi prueba de fuego: llegar a comerme todo sin que se den cuenta de que me arde la boca a más no poder. Al tercer bocado ya no consigo engañarlas provocando las risas de todas. Estos momentos cotidianos y divertidos han contribuido a que podamos confiar las unas en las otras, a que sigamos soñando juntas y que trabajemos arduamente para hacer los sueños realidad.
Lo que empezó con una simple llamada telefónica se ha convertido en una oportunidad de empezar un proyecto concreto con un impacto real y a corto plazo para un segmento de la población especialmente vulnerable. Además, ha hecho posible crear relaciones de amistad entre iguales para seguir, entre todas, creando esperanza.
Recuperamos este artículo firmado por María José Morales, desde Etiopía, y que publicamos en el número 37 de nuestra revista anual.