Cuando Haimanot nos dijo con una amplia sonrisa que la acompañáramos a casa de su hermana Asrat en Meki, nos comentó que quería darnos una sorpresa. Acababa de nacer Binian, el segundo hijo de Asrat, y sus amigas habían preparado una comida especial para celebrar que todo había ido bien y que Binian era un niño precioso. Asrat estaba reposando, tenía que descansar. Para que pudiera hacerlo, vecinas y familiares se ocuparían durante varios días de Asrat y su familia. Lo hacen cada vez que una de ellas tiene un hijo. Es su tradición, su manera de ayudarse, su manera de quererse.
Mientras comíamos con las manos de un mismo plato sentadas en el suelo alrededor de él, hablamos de las familias, los hijos, el trabajo y de nuestras religiones. Estábamos allí con Hannan, Gudo, Leke, Cherunet y Bayush, mujeres ortodoxas, católicas y musulmanas. Gudo y Hannan nos contaban que para ellas comer juntas del mismo plato es una muestra de aprecio, un momento en el que comparten lo que tienen. Se fortalecen los lazos de amistad entre ellas, sin hacer distinciones entre personas ni religiones. Ellas lo creen y es lo que quieren transmitir a sus hijos.