Empoderando a las mujeres: Al sur de Bogotá participan de un taller de costura a fin de crear una microempresa y, en el proceso, recuperan dignidad y esperanza.
Empoderando a las mujeres a través de la formación en Casa Garavito: la historia. Granjas de San Pablo, donde vive Yolanda, es un barrio popular del sur de Bogotá, cuyos habitantes (amas de casa, como ella, obreros de la construcción, taxistas, conductores de camión, trabajadoras de servicio doméstico, guardias de seguridad…), igual que los de tantos otros barrios populares de la ciudad, enfrentan un sinnúmero de desafíos: la delincuencia, la plaga de la drogodependencia entre sus niños y jóvenes, el microtráfico de estupefacientes en sus calles, la mala calidad y el deterioro de muchas viviendas (preocupantes en un clima lluvioso y frío como el de la capital colombiana, situada a 2.600 m sobre el nivel del mar), la situación de semi-abandono en que viven no pocos de sus ancianos, la falta de oportunidades laborales… Estos retos, que son evidentes, no son los únicos: hay otros, menos obvios a primera vista, más soterrados, que sin embargo son tan reales como estos y que también están presentes en la vida de muchas familias del barrio: el dolor por hijos perdidos en el ciclo interminable de violencia callejera; o la vergüenza por aquel nieto que está encarcelado; o la añoranza de amigos muertos en la guerra, que Colombia está tratando de dejar atrás después de más de cincuenta años de conflicto; o el desgaste emocional que supone vivir en un estado de miedo permanente, alimentado a diario por los episodios cotidianos de criminalidad: «ayer robaron a mi hija en la parada del Transmilenio»; «hoy, aquí en la esquina, me quitaron el celular a punta de pistola»; «anoche dieron una paliza a Don Fabio porque opuso resistencia a los que querían llevarse su motocicleta»; el maltrato que sufren muchas mujeres; el desprecio, apenas disimulado, del que a menudo son objeto los afrodescendientes del barrio, procedentes del Pacífico o el Caribe colombianos; o la asfixia económica en que discurre la existencia de la mayoría de hogares, donde se vive al día, bajo el agobio de las facturas del alquiler y de los servicios básicos o del colegio de los hijos, con la certeza de que si les cae encima una calamidad (en forma de enfermedad o de accidente, por ejemplo), no se tendrán ni los más mínimos recursos para enfrentarla. No es fácil, en definitiva, salir adelante y mantener vivos el optimismo y la esperanza si resides en Granjas de San Pablo .
Y, sin embargo, buscar cómo salir adelante y mantener vivo el optimismo es precisamente lo que están haciendo desde hace algo más de seis meses Yolanda y un grupo de mujeres del barrio. Empoderando a las mujeres a través de la formación en Casa Garavito: participando en un taller de costura que hemos organizado con ellas, y que abrió sus puertas en agosto de 2017.
El mérito de la iniciativa no es su originalidad: establecer talleres de capacitación en comunidades económicamente deprimidas, donde los participantes aprendan un oficio que después les permita obtener ingresos, es una estrategia habitual y lógica para combatir la pobreza. El mérito de esta iniciativa radica en el entusiasmo con el que las participantes han hecho suyo el proyecto y la camaradería que se ha generado entre ellas.
Cuatro tardes por semana, Yolanda (madre soltera, tres niños, vive en casa de una tía) y una treintena de mujeres encuentran el tiempo, en medio de los quehaceres del hogar y el cuidado de sus hijos, para llegar al Centro de Capacitación en Corte y Confección y aprender, durante dos horas y media, los secretos del manejo de las máquinas de coser industriales. Cuando completen dos semestres de formación sabrán elaborar blusas, camisas, faldas, ropa interior, y tienen la idea de constituir entonces una microempresa de costura, que les genere unos ingresos. Las mismas máquinas con las que ahora aprenden, y que por las tardes se seguirán usando para formar a nuevos grupos de estudiantes, por las mañanas estarán a su disposición, para la producción del género de su microempresa.
El compañerismo que se respira cada tarde en el taller donde ellas reciben la instrucción por parte de Alicia, la profesora que con más de dos décadas de experiencia en este campo va guiando a las mujeres en su proceso de aprendizaje, es uno de los mayores logres de esta iniciativa. En el aula se aprende, pero también se ríe, se bromea, se comparten preocupaciones, se hacen confidencias y se teje una amistad real entre las participantes (amistad que será esencial cuando ellas constituyan su microempresa). Yolanda, que es de las más jóvenes (en el taller hay mujeres que, como ella, apenas pasan de los veinte años, madres en sus treintas o cuarentas, y abuelas de sesenta largos), lo declaró con algo de asombro en una reunión que tuvimos hace poco: «Aparte de todo lo que aprendo, venir aquí me sirve para salir del encierro de mi casa y conocer otra gente, y compartir mi vida con ustedes, mis nuevas amigas». Las demás asintieron, mostrando su acuerdo con ella: todas coincidían con su opinión.
Es fácil, casi obvia, la metáfora: este grupo de mujeres están demostrando, ni más ni menos, que se puede coser el futuro. Para ellas, como para tanta gente de Granjas de San Pablo, el mañana se podía entrever desgarrado, rasgado, roto por la violencia y los problemas sociales… ellas, con su tesón, creatividad y alegría, lo están remendando.